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Low-Tech: Baja tecnología para los tiempos que se avecinan

A finales de los años 90 vivíamos como nuevos ricos. El más mindundis tenía un ordenador con pentium, un coche con ziritione y una ducha con hidromasaje.

Las ONGs que vieron el potencial de las Low-Tech para el desarrollo en países pobres con buen criterio decidieron llamarlas Tecnologías Apropiadas o Intermedias para evitar el estigma. De esa época nos queda la Appropedia, una wikipedia de lo sostenible y lo ecológico y el magnífico trabajo de Practical Action y otras organizaciones que aún hoy siguen haciendo divulgación y trabajo de campo. 

Han pasado 25 años. Hoy los ordenadores llevan Ubuntu, los coches baterias de litio y las duchas cabezales con efecto lluvia. Si entonces vivíamos la burbuja de las puntocom, ahora tenemos las criptomonedas. Somos igual de mindundis pero ahora no nos acompleja serlo. Hasta resulta molón: nos juntamos en una terraza en vaqueros rotos a contar nuestras penurias, escuchamos a Rosalía y nos vamos sin pagar. Ya no hay estigma en ser un desgraciado.

Ah, sí, las Low-Tech, que me despisto:
Resulta que a remolque del decrecimiento y mezclado con él se vuelve a poner de moda el concepto de Low-Tech. En Francia son un auténtico fenómeno, hay una revista fantástica (“Low-Tech Journal”), cientos de páginas web, pocasts, blogs, encuentros y ferias. 

Pregunta: Qué son las Low-Tech?

Idealmente deberían ser tecnologías que mejoran significativamente un proceso o tecnología existente y que son:

LOCALES. Fabricadas (o fabricables) localmente, aprovechando recursos y conocimientos locales. Pensadas para el sitio, tanto en lo físico como en lo cultural y para cubrir necesidades locales.

ECOLÓGICAS. Mínimo impacto ecológico. Usan recursos y energías renovables y a poder ser locales. No contaminantes ni en su fabricación, ni en su uso ni una vez descartados. Fácilmente reutilizables y reciclables.

DIY. Debería ser posible construirlas, mantenerlas y repararlas uno mismo o en un taller local. Modulares, estandarizadas y que requieran sólo de herramientas comunes para su cuidado. La información debería estar al alcance de todos: planos y tutoriales en internet. Y bajo licencia open-source.

El ejemplo típico es la bicicleta. Pero en el mundo alternativo nuestro tenemos las cosas de siempre: cocinas solares, letrinas aboneras, lavadoras de presión, escudos térmicos, pozos canadienses, horcas de doble mango o chimeneas de San Juan (chimeneas que se abren en San Juan y se cierran en San Saturio, en lo más alto de la casa, para evacuar el calor del verano). 

En la Appropedia encontramos muchas más cosas: arneses para burros hechos con cinta de escalada, molinos de harina hechos con una mesa de máquina de coser, colmenas cerámicas, espacios para el cultivo de setas hechos con tubos de hormigón, fresqueras de evapotranspiración Zeer, etc, etc, etc.

En todas, todas las páginas web de low-tech hay información sobre maneras de desescalar internet, reduciendo la dependencia de las grandes empresas globales, aumentando la privacidad, la seguridad, reduciendo el consumo energético, la exposición a publicidad no solicitada y aumentando el aspecto humano. Hay opciones ya hechas (el MIT vende una cajita premontada con todo incluído por 60 €) y muchísimos tutoriales sobre cómo hacerse uno mismo un servidor en casa con una raspberry PI o una box tv: self-hosting de correo electrónico, de blog y página web estática, de mensajería xmpp y hasta instancia de mastodon). Por menos 100 € y alimentable con una plaquita solar de chichinabo.

Hay una serie de conceptos tangenciales que igual hay que tratar:

Lo Retro:  es un referente constante. A veces lo anterior tenía cualidades interesantes que las nuevas tecnologías no tienen y quizá sería interesante recuperar. A veces es al contrario: es aquello de lo que carecían las anteriores lo que nos gusta: mayor simplicidad, mayor independencia, menos consumo, mayor privacidad.

Hecho a mano: No siempre es un valor añadido pero muchas veces sí lo es. Un mueble, un instrumento musical, ropa, cerámica.

Tradicional: Este lo pongo porque aparece en muchas de las fuentes que estoy consultando para este artículo, pero lo tradicional no tiene valor a no ser que esté puesto en contexto. Aquello del folklore contrastado. Hay sin duda valiosísimas lecciones a aprender del saber tradicional pero que se haya hecho algo de una determinada manera durante siglos no quiere decir que se haya hecho bien. La Historia nos enseña que grandes innovaciones se han perdido y hemos vuelto atrás y nos enseña asímismo que los humanos somos perfectamente capaces de no adoptar una tecnología que es obviamente superior simplemente porque los que la aportan hablan otro idioma o tienen la piel de otro color.

Lo Slow: Lo slow es difícil de clasificar. Pero sí nos vale para decir qué clase de vida queremos y qué tecnologías necesitamos. Si estamos de acuerdo en que cocinar con amor y comer con calma es calidad de vida, igual en lugar de una panificadora ultra-veloz deberíamos apostar por una olla-horno de fundición. Por Slow y por Low-Tech.

Diseño. Otro que tal. En edificios el diseño pasivo (aislantes, ventanas, aleros, etc) puede significar un ahorro colosal en recursos, energía y capital. En objetos un diseño adecuado que se centre en optimizar la función para la que se concibe y la ergonomía de la persona que lo va a usar puede ser la diferencia entre que se use mucho o poco.

Minimalismo. La familia más modesta de las 3000 viviendas de Sevilla vive hoy en mayor abundancia que un rey o un papa del siglo xiv. Confort térmico todo el año, un acceso a cultura inimaginable, viajes a tierras lejanas por el precio de una cena, objetos, ropa, comida variada, especias, frutas exóticas, etc.
El minimalismo al final no es sino el espíritu que subyace bajo el decrecimiento. Que esté todo ahí no quiere decir que tenga que meterlo en mi salón. Optar por objetos de calidad, multifuncionales y por tecnologías simples. Es minimalista preferir una chimenea a un suelo radiante conectado a una aerotermia que me costará dos años de sueldo pagar, con un cuadro de mandos lleno de botones y válvulas que no puedo mantener ni reparar yo mismo. También es apostar por lo Low-Tech.

Colapsología. Otro tema delicado. Los “colapsonautas”, al contrario de los “preppers” americanos, no entierran subfusiles en el jardín. Creen que el mundo va hacia una gran simplificación y que las cosas van a cambiar mucho y en poco tiempo y se preparan adaptando desde ya su vida a lo que pueda llegar. Prefieren ponerse 12 voltios en casa y se hacen una fresquera en lugar de luces que se encienden desde el móvil. Low-Tech frente a High-Tech. Porque creen que quizá no siempre habrá cobertura o incluso móviles y está bien tener comida en casa por si un día no hay “Uber eats” que te la traiga. 

Vaya, que creo que se entiende el concepto. Es la moda. Disfrutémosla y aprendamos algo de ella y, cuando pase (que pasará) reneguemos de ella y apostemos por lo siguiente, que seguro que también tendrá cosas interesantes.

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