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Editorial | EcoHabitar |
Año | 2016 |
Idioma | Castellano |
Encuadernación | Grapado |
Nº de páginas | 64 |
Tamaño | 21 X 29,6 cm |
Blanco y negro / Color | Color, fotografías, gráficos, ilustraciones, tablas… |
Editorial
Toni Marín
La Hormiga Verde. ¡Salud!
Marta Folqués
Primera Plana
El sector fotovoltaico mundial se pone las pilas
Noticias y actualidad
Nace HAMAIKA, Red de Empresas de Bioconstrucción en Navarra
Bloque aligerado de tierra y paja para cerramientos
Ecómetro
Instituto Ecohabitar
Contadores digitales/Smart meters
Wikkelhouse casa de cartón
Estudio sobre integración de energía solar
IV Encuentro de la Red de Construcción con Paja
I Semana de Bioconstrucción en Donostia
Aditivo orgánico
Edificio con estructura de madera
Publicaciones a tener en cuenta
Escaparate
Aislamiento orgánico de cáñamo y lana
Ducha con ahorro de agua
Nuevas pinturas vegetales
Cinta adhesiva para sellado en interior
Colchón artesano de mimbre y vellón
Nuevos diseños de muebles de madera
Ventilación con conductos
Agua filtrada y almacenada
Sistema monocapa para evacuación de fluidos
Madera termotratada
Recircular el agua
I.E.B.
Instituto Español de Baubiologie
La ecoexperta responde
Sonia Hdez-Montaño Bou
Desde la trinchera
Mateu Ortoneda
Proyecto bio
Sala de eventos en Amalurra
Luis Carrera González
Bio piscinas
Piscinas ecológicas la filtración biológica aplicada a espacios para el baño
Diego Contreras
Biopiscinas en superadobe
Pablo Herrera
Tribuna
Biología a la máxima potencia
Carles Pérez
Manos a la obra
Reconversión de piscina a estanque natural de baño
Cristina Abad Viñet y Toni Escudé Poulenc
Energía
Agua, residuos y energía se dan la mano para descubrir la alquimia de la sostenibilidad
Ismael Caballero Domínguez
Rincón del facilitador
La organización holocrática 1
Ulises
R-evolución
CO. Semana Europea del Arte de la Colaboración en San Sebastián
Raul Ceppi
¿Cómo se manifiesta la Transición en una comunidad vecinal?
Javier Zarzuela
La revolución circular
Carlos Fresneda
Hacia un uso biocompatible de la tecnología: la telefonía móvil y los niños
Biohabita!
Tienda EcoHabitar
Libros relacionados con la bioconstrucción y vida sostenible
Agenda
Actividades, cursos, talleres, charlas, conferencias, ferias…
Tablón
Venta, contactos, búsquedas, ofertas, fincas y viviendas
Colaboran en este número: Sonia Hdez-Montaño Bou, Mateu Ortoneda, Carlos Fresneda, Instituto Español de Baubiologie, Carlos Martínez Requejo, Luis Carrera González, Carles Blasco Pinós, Miquel Vilaró, Diego Contreras, Paulo Herrera Musella, Carles Pérez, Cristina Abad Viñet, Toni Escudé Poulenc, Ismael Caballero, Ulises, Raúl Ceppi, Javier Zarzuela
Fotos e ilustraciones: Marta Folqués, Mateu Ortoneda, IEB, Juan Emilio Prades Bel, Tomàs Raguer Salvador Vilarrassa, Josep Ribot, Carles Blasco Pinós, Oriol Palau Julián, Michael Littlewood, Rollgum, Luciano Usai, Diseño Aquanatura, Carles Pérez, archivo EcoHabitar.
Foto portada: Piscina natural.
Me parece un autoengaño mayúsculo creerse la idea de que vamos a cambiar el mundo creando una sociedad más justa, parar el deterioro medio ambiental, el calentamiento global, la desaparición de las especies y todas las trastadas que el ser humano está haciendo, con pequeños gestos individuales. Creo que fomentar esta idea es un mecanismo del propio sistema capitalista para seguir perpetuándose eternamente. La base del problema, bajo mi modo de ver, es creer que un sistema político-económico, que cree que el bienestar está en el crecimiento y que este hay que basarlo en el consumo, lo vamos a parar cambiando las bombillas de nuestra casa o utilizando un coche eléctrico súper eficiente.
La urgencia del problema no da para esto. Quizás, si al comienzo de la revolución industrial hubiésemos implementado un código de obligatorio cumplimiento para no desarrollar una cultura del despilfarro, la transición o evolución hacia una súper civilización tecnificada verde hubiese podido ser una realidad, pero lo que ahora nos piden los hechos es algo mucho más radical y urgente o no llegaremos a tiempo.
Cansado ya de tanta “ciudad inteligente”, concepto que a un servidor le parece confusa y ambigua y que, salvo contadas excepciones, solo se centra en aspectos de puro marketing, sigo siendo de la opinión de que la tecnología no hará que las ciudades sean más inteligentes, y parece que en foros, congresos y eventos son el eje central de discusión, enarbolando esta idea como el paradigma del no va más. Aburre tanta smart city, tanto ciudad eficiente o ciudad súper-eficiente. Lo que hará que las ciudades sean más inteligentes será la inteligencia colectiva, que sus habitantes sean conscientes de lo insostenible de la ciudad actual como organismo vivo dependiente y parasitario y de la necesidad de un cambio radical hacia un organismo autónomo y capaz de sobrevivir sin esquilmar su entorno; cuando sus propios habitantes actúen de forma colectiva, dentro de una idea del procomún y que ellos mismos sean más inteligentes. Creo que la idea de la smart city no deja de ser otra excusa para seguir haciendo lo que venimos haciendo desde la eternidad.
Evgeny Morozov, en un artículo del País, daba un repaso a una serie de detractores a la ciudad inteligente: “El consenso que se está imponiendo —según el cual la “ciudad inteligente” debe ser eficiente, libre de fricciones y gestionada por empresas de alta tecnología— resulta polémico. Críticos como el diseñador y artista británico Usman Haque defienden las virtudes del desorden, aduciendo que las iniciativas destinadas a evitar conflictos mediante analistas de macro datos son incompatibles con el urbanismo. En su libro de 2013 Smart Cities Anthony Townsend, otro vehemente detractor de las “ciudades inteligentes”, señala que son sus habitantes los que deben tener capacidad para hackearlas y modificarlas; de lo contrario, estarán tan infestadas de virus y resultarán tan limitadoras como nuestros programas informáticos.
Adam Greenfield, también ensayista sobre temas tecnológicos, ha escrito hace poco Contra la Ciudad Inteligente, un incisivo panfleto en el que advierte de que la propia etiqueta “ciudad inteligente” sirve de tapadera retórica para la privatización de los servicios públicos”.
Posiblemente la ciudad más inteligente no es la que más chips y sensores lleve. Alguien nombró la ciudad Medellín, en Colombia, como una de las ciudades “más inteligentes” del mundo. Hace años, se producían en la ciudad innumerables asesinatos de bandas, pero sus problemáticas favelas se reintegraron en la ciudad, no con smartphones, sino con instalaciones deportivas financiadas con fondos públicos y un teleférico que las conecta con la ciudad. Ahora se cita con frecuencia a Medellín como ejemplo de “urbanismo social” y, el año pasado, fue nombrada ciudad más innovadora del mundo por el Urban Land Institute.
Toni Marín
Director de EcoHabitar