La arquitectura feminista y el urbanismo feminista, en el contexto de las ciudades europeas actuales y desde un análisis crítico de la realidad social, plantea que el espacio público ha sido, y sigue siendo mayoritariamente, diseñado desde una perspectiva androcéntrica y productivista. En consecuencia, el énfasis queda puesto en el trabajo remunerado y se obvia una gran parte de las demás necesidades relacionadas con el sostenimiento de la vida.
En el mismo sentido, la arquitectura feminista defiende que, en este mismo marco, el espacio privado y los edificios públicos (la vivienda, los espacios de trabajo, las residencias de personas mayores…) son también diseñados teniendo en cuenta los mismos parámetros. Un ejemplo de ello son los aseos, donde no es extraño ver filas interminables de espera en el de mujeres mientras que los aseos masculinos suelen estar vacíos.
Entre las causas encontramos que no se ha tenido en cuenta temas fisiológicos (las mujeres tenemos la vejiga de menor tamaño que los hombres, la menstruación, embarazos, etc.). Además, el perfil para el que se diseña no solo es excluyente en cuestiones de género, sino que tampoco toma en cuenta la diversidad funcional, de clase social, de edad, etc. Así se generan espacios inadecuados, poco inclusivos e incluso discriminatorios con una gran parte de la ciudadanía como, por ejemplo, aseos poco accesibles o ciudades con infradotación de aseos públicos y, en su mayoría, de pago.
Espacios que no son neutros
El diseño arquitectónico de las viviendas en nuestro territorio aplica esta misma lógica, y por este motivo los espacios domésticos que se han ido construyendo no son neutros: su configuración contribuye a la generación y reproducción de los roles de género, a una jerarquización de las relaciones y a una desvalorización e invisibilización del cuidado informal. En base a los roles de género (constructo social y cultural que asigna obligaciones, comportamientos, pensamientos y capacidades a hombres y mujeres en función de su sexo) se genera una división sexual del trabajo por la cual la mujer se encarga mayoritariamente del trabajo reproductivo, es decir, tareas domésticas y de cuidados. Amaia Pérez Orozco, economista, se refiere a los cuidados como el “conjunto amorfo de actividades que permiten que la vida se sostenga y que no están gestionadas por relaciones mercantiles capitalistas”.
Utilizamos determinada cultura material”
Este sesgo, a la hora de diseñar, tiene mucha influencia en la manera en que las personas nos relacionamos entre nosotras y con los espacios que habitamos ya que, como afirma la antropóloga Almudena Hernando, “la gente construye los objetos tanto como los objetos construyen a la gente. Somos como somos, entre otras cosas, porque utilizamos determinada cultura material”. En este sentido, la relación del continente (el espacio arquitectónico) con el contenido no es meramente casual. La arquitectura juega un papel considerable por el cual la configuración del espacio físico influencia, entre otras, a la manera en que se produce y se reproduce la inequidad de género.
Estas tareas, sostenidas en las relaciones familiares y afectivas, se encuadran en el ámbito privado, se articulan mayoritariamente en el ámbito doméstico y conforman un trabajo no remunerado y poco valorizado socialmente.
Según la última Encuenta del Uso del Tiempo, realizada por el INE en 2010 , el 91,9% de las mujeres realizan tareas domésticas y se ocupan del cuidado de infantes, personas ancianas y personas dependientes, dedicándoles una media de 4 horas y 29 minutos diarios, frente al 74,7% de los hombres, que dedican en promedio 2 horas y 32 minutos.
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Una arquitectura feminista
La incorporación de la perspectiva de género a la arquitectura, por tanto, supone dar visibilidad a estos trabajos de cuidados, lo que enriquece las características espaciales, articula actividades y adecúa las necesidades programáticas de los espacios.
Supone, asimismo, diseñar las viviendas considerando que su configuración tradicional no es neutra y que favorece la realización de algunas actividades, dando valor a los espacios que las acogen (por ejemplo, el salón, relacionado con el descanso tras el trabajo productivo fuera del hogar), mientras que menosprecia y dificulta la realización de las actividades ligadas a los cuidados (tendederos semiocultos y de difícil acceso, cocinas estrechas y sin buena iluminación natural).
Por eso, la arquitectura feminista reivindica el diseño de viviendas desde una perspectiva de género interseccional que ponga la vida en el centro, genere espacios conciliadores y favorezca la autonomía de todas las personas, así como una mayor corresponsabilidad en las tareas domésticas y de cuidados de forma que se puedan generar relaciones más igualitarias.
Más concretamente, algunos de los aspectos que se deben tener en cuenta a la hora de diseñar las viviendas desde esta perspectiva son:
Colectivizar los cuidados
El diseño de espacios que posibiliten la colectivización y socialización de los cuidados permite una visibilización mayor de los mismos y los valoriza, favoreciendo la corresponsabilidad. En este sentido, encontramos ejemplos tanto en viviendas comunes, con cocinas con espacio suficiente para facilitar el trabajo de varias personas simultáneamente, o comedores conectados espacial o visualmente con la cocina que permiten interrelación; como en proyectos de vivienda colectiva con cocinas o lavanderías comunitarias.

Eficiencia doméstica
Tomando como punto de partida que los espacios necesitan ser limpiados y mantenidos, se plantea el diseño buscando una simplificación de las tareas domésticas en tiempo y esfuerzo. Un ejemplo de ello es tener en cuenta el ciclo de la ropa (ropa sucia, lavar, tender, destender, planchar, doblar, guardar) a la hora de configurar los espacios donde se realizan estas tareas para que estén conectados entre sí. A un nivel más general de proyecto, se consigue mayor eficiencia con la eliminación de los rincones poco accesibles (detrás de los sanitarios, bajo el mobiliario, recovecos de los muros, etc.).
Autonomía
Si hablamos del trabajo reproductivo y de cuidados, estamos hablando también de personas dependientes de otras. Esta situación no es única de las personas enfermas, sino que es algo común a todas las personas a lo largo de los diferentes momentos de su vida (niñez, enfermedad o lesión, embarazo, vejez, etc.). Esto se debe a que, como enuncia la ingeniera y antropóloga Yayo Herrero, “Asumir la finitud del cuerpo, su vulnerabilidad y sus necesidades, es vital para comprender la esencia interdependiente de nuestra especie, para situar la reciprocidad, la cooperación, los vínculos y las relaciones como condiciones sine qua non para ser humanidad” .
Es, por este motivo que, aunque facilitar las actividades de cuidado es importante, aumentar la autonomía de todas las personas resulta vital. Por un lado, desde un punto de vista de derechos, para permitir a personas con diferentes capacidades el uso autónomo de la vivienda y potenciar los beneficios personales derivados de la independencia. Por otro lado, como consecuencia positiva, se reduce considerablemente el tiempo de los cuidados, liberando así a la persona cuidadora para poder descansar, realizar trabajos remunerados u otras tareas.
En relación a la autonomía, cada vez hay más viviendas que incluyen soluciones que la fomentan con duchas accesibles, grifos monomando o suelos sin desniveles. Algunos otros ejemplos son la colocación de algunos electrodomésticos, como elementos de la cocina y mobiliario a alturas accesibles para que en la niñez, a una edad conveniente, pudieran utilizarlo (coger un vaso, llenarlo de leche y calentarlo) o la colocación de electrodomésticos que puedan suponer peligro, como el horno, a una altura segura para las más pequeñas, entre otras.
Espacios conciliadores
La configuración de las viviendas debe facilitar la realización de diferentes actividades, permitiendo simultanearlas, adaptándose a situaciones diversas para hacer del hogar el conjunto de espacios que posibiliten un mayor equilibrio entre la vida laboral, familiar y personal. Son espacios conciliadores aquellos que permiten el teletrabajo, cocinas o zonas de planchado conectadas visualmente al espacio de juego de menores, al espacio donde realizan las tareas escolares o a la estancia de mayores que requieran de atención prolongada.

Espacio de almacenaje
Una vivienda que permita simplificar las labores domésticas necesita de un espacio de almacenaje suficiente y adecuado. Para ello hay que tener en cuenta las distintas necesidades que tenemos en función de la diversidad vital, familiar, laboral, de ocio, etc. En este sentido funciona la consideración de espacios para la ropa de invierno y mantas durante épocas más cálidas, espacio para carritos de bebé, bicicletas, herramientas, despensa, etc.
Flexibilidad
Quizá una de las características fundamentales a la hora de diseñar debiera ser la flexibilidad espacial. Primeramente, porque el diseño de las viviendas responde a un modelo de familia tradicional que en la actualidad solo se da en un 34% de los casos. La familia nuclear (conformada por madre, padre e hijas/hijos) no es la única realidad actualmente, por el contrario hay un aumento de personas que viven solas, que comparten piso, familias monomarentales, etc. Además, debemos considerar que las situaciones vitales de todas las personas son cambiantes a lo largo del tiempo y, por tanto, nuestras necesidades son también variables.
Por ello, debemos romper con los esquemas tradicionales para diseñar viviendas que se adapten a esta diversidad y cambio con soluciones de flexibilidad temporal, de fórmulas espaciales que evolucionen, que se adecúen a las variaciones de necesidades; y de flexibilidad económica en los regímenes de tenencia. Son ejemplos de flexibilidad aquellas viviendas que permiten variaciones en su distribución, con espacios sin jerarquías, donde las habitaciones sean de tamaño similar y los cuartos de baño comunes en toda la vivienda, de manera que permitan reconvertir sin dificultad una habitación en una zona de trabajo, un despacho en una nueva habitación o que posibilite tener un espacio para que puedan dormir puntualmente visitas de familiares.
Zonas comunes
Por último, dado que más de un 70% de la ciudadanía vive en bloques de pisos, las zonas comunes son también espacios de vital importancia para articular una vida en colectivo frente a la individualización actual. En gran medida, de su diseño dependerá la capacidad de estos espacios de interrelación para potenciar que las vecinas y vecinos puedan tejer redes de apoyo y crear comunidad, influyendo positivamente en el cuidado mutuo.
Construyendo en común
En suma, la consecución de una igualdad real requiere de un cambio de perspectiva, también en la manera de abordar el diseño. El feminismo debe atravesar nuestro campo profesional, la arquitectura, de forma que se faciliten y promuevan unas prácticas vitales igualitarias y empáticas con las diferentes situaciones.
Para ello es importante que los cambios sociales se reconozcan y se reflejen también en las normativas, como por ejemplo, se propone para el Decreto de Habitabilidad y Normas de Diseño de Viviendas y Alojamientos Dotacionales del Gobierno Vasco .
Evidentemente, la relación entre el continente y el contenido no es unidireccional, sino que ambos se deben retroalimentar para acercarnos a los objetivos planteados. Por eso, desde los movimientos sociales, el ámbito institucional y el profesional ya somos muchas las que estamos trabajando desde esta perspectiva para seguir construyendo en común.
Cooperativa de arquitectura y diseño
BATÏQ es una cooperativa de arquitectura, urbanismo y diseño que trabaja en la transformación arquitectónica, urbana y social mediante proyectos colectivos, participativos e inclusivos buscando el mínimo impacto medioambiental y con la perspectiva de género como eje vertebrador.
Con experiencia profesional y personal en diferentes países y contextos, nos une la ilusión de colaborar y participar en la transformación de espacios habitables para hacerlos más humanos, sociales y sostenibles, con el convencimiento de que tanto la arquitectura como el urbanismo deben poner en el centro el bienestar de todas las personas, procurando un hábitat adecuado y digno.
Artículo escrito el colectivo Batiq compuesto por: Silvia Álvarez Merino, Cristina Platero Azpilicueta,
Carlos Ostolaza González
1.- El Cuaderno. Entrevista a Almudena Hernando. https://elcuadernodigital.com/2017/09/26/entrevista-a-almudena-hernando/
2.- https://www.ine.es/prensa/np669.pdf
3.- INE 2010. https://www.ine.es/dyngs/INEbase/es/operacion.htm?c=Estadistica_C&cid=1254736176815&menu=resultados&idp=1254735976608#!tabs-1254736194826
4.- Yayo Herrero. Miradas ecofeministas para transitar a un mundo justo y sostenible. FUHEM
5.- Observatorio de vivienda y suelo. Censo 2011. https://apps.fomento.gob.es/CVP/handlers/pdfhandler.ashx?idpub=BAW021
6.- https://www.euskadi.eus/web01-tramite/es/contenidos/anuncio_contratacion/expjaso22884/es_doc/es_arch_expjaso22884.html
Artículo publicado en la revista EcoHabitar en el nº 66 de verano 2020. Puedes adquirir un ejemplar en papel aquí.