No es durabilidad ni comodidad. Un palo de golf de lujo no está hecho de titanio y es super-ergonómico, es más bien normalillo pero de marca y con cristales swaroski en el mango, y muy caro. Y descubrió con pasmo cómo algunas marcas como Audi o BMW habían equivocado la estrategia al intentar democratizar el lujo.
Se trata de una contradicción de términos. Si se vulgariza deja de ser lujo. Y es verdad que hay cierto tipo de coches o de ropa que siendo caros no dan glamour y más parecen propios de traficantes rumanos que de gente de pelas. No tiene que ver sólo con el precio y basta con hojear el dominical de El Mundo para darse cuenta que tampoco tiene que ver con el buen gusto.
El lujo está en la exclusividad, en tener algo que la mayoría de gente no puede tener. Y acababa este hombre el especial definiendo la relación entre la capacidad de consumo y la felicidad obtenida como una curva que tendría su umbral de eficiencia alrededor de los 14000€ al año. Por debajo de eso el individuo tendría la sensación de que la fiesta no va con él y que muchos deseos quedan insatisfechos, por encima de eso dejaría de corresponderse del mismo modo lo que uno gasta con el gustito que da, hasta llegar a los casos de gente capaz de pagar fortunas por un bolso de marca o una hebilla de cinturón con diamantes. El lujo estaría en esta parte del espectro.
Una mente muy libre
He hablado aquí ya alguna vez de G. Monbiot, activista inglés y columnista en The Guardian. Hace años que le sigo y me parece la mente más libre de todo el movimiento antiglobalización, mucho más que otros que sólo se rodean de gente afín y leen lo que les reafirma.
Monbiot, envidioso como todos de las revoluciones en los países árabes, propuso sembrar entre todos la semilla de nuestra particular revuelta. Proponía crear un borrador de 10, 15, 20 puntos, los que fueran; que se hablaran entre grupos de gente. En foros de internet, grupos de costura, clubes de escalada o peñas madridistas. Que la gente hablara y transmitiera a otros su parecer y que antes de un año tuviéramos una agenda clara –con un nombre, con un logo– que exigir a nuestros gobernantes. Y mediante grupos de presión sin aspiraciones políticas y a través de métodos no violentos, al estilo de los serbios OTPOR o los egipcios «6 de Abril», forzar para que fuera adoptada e implementada.
Los puntos que él propuso me parecieron mejorables pero ese era precisamente el tema. La idea es genial, pero la dejó aparcada por otras cuestiones y no sé quién la retomará, alguien que no tenga hijos pequeños, imagino.
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El primo de Rajoy
Y lo dejó por el desastre de Fukushima. El hombre se encontró con declaraciones muy tremendas desde el lado ecologista y cuando pidió que citaran las fuentes se encontró con que o eran inexactas o estaban sin contrastar o decían exactamente lo contrario de lo afirmado. El bueno de Monbiot no salía de su asombro, lo comparaba con las manipulaciones de fuentes y datos del primo de Rajoy y demás negadores del cambio climático.
Y es que el hombre no ha sido joven ecologista en España. Aquí estamos ya acostumbrados a que nos alarmen con argumentos peregrinos, acientíficos y sin contrastar y que nos vendan siempre el caso más extremo e improbable como el abismo que se abre bajo nuestros pies. Y cuando esas predicciones catastrofistas se demuestran equivocadas nadie reconoce ningún error. Esto es España.
Joer, no habré ido yo a «manifas» en Mallorca en los 80s y 90s con la cabeza llena de bobadas y gritando eslóganes simplistas. Y si bien es verdad que actuar de este modo desprestigia a los movimientos ecologistas y «quema» a la gente más activa y vital de nuestra sociedad a la que se tiene persiguiendo unicornios en lugar de focalizando en luchas reales, la verdad verdadera es que nos daba igual porque a las «manifas» se iba a ligar y algún día sí pillamos.
Dudas honestas
A Monbiot lo han puesto de vuelta y media en todos los medios «verdes» por plantearse si la energía nuclear tiene su lugar en un mundo que necesita reducir emisiones de carbono. Yo creo que confunde las hojas con el rábano y se equivoca, pero no lo llamaría todo lo que he leído por ahí. Monbiot se mantiene incólume en su tono afable, en su rigor para con los números y en la lógica en los argumentos, pero se ha visto atacado y también sabe morder. Más emocionante que un Mourinho – Guardiola le ha enmendado la plana a más de uno.
A los que esperan el colapso que nos redimirá de nuestros pecados, dice que un colapso no supondrá menos destrucción ambiental, sino mucha más y más valdrá tener una pistola y munición que placas solares en el tejado.
Tambien a los que abogan por la vida simple y la vuelta al campo recuerda que esos son impulsos muy minoritarios en nuestra sociedad y pregunta: si la gente no quiere volver al medio rural, ¿cómo la llevas?
A los pro-renovables les echa en cara ser los primeros en salir a la calle a protestar contra los parques eólicos y pone números encima de la mesa y la verdad es que las cuentas no salen.
Vaya, que da un buen repaso que nos hace mucha falta a todos de vez en cuando. Pero espero no mandar un mensaje equivocado, él sigue en el bando ecologista y esas preguntas no son para desarmar, son preguntas honestas de dudas reales que él tiene y yo tengo y a las que tendremos que dar respuesta. Y estar dispuestos a oír cosas que no queremos oír.
Artículo publicado en la revista EcoHabitar Nº 30 de verano de 2011.