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El almacén agrícola de Biolord

“Somos pequeños con vocación de pequeños”, es uno de los principios de Biolord que difiere de mi óptica personal, más centrada en que se trata de un proyecto rico en valores que merece visibilidad, ¡y de la grande!

Este almacén pretende no solo prioriza el impacto sobre el territorio frente a la rentabilidad económica, sino que tiene la osadía de construir con principios de bioconstrucción desde la inexperiencia.

Los ejemplos del sector terciario bajo criterios de la biología de la construcción no abundan. Generalmente se publican viviendas unifamiliares, edificios de viviendas y ocasionalmente algún comercio, oficina, etc. Descubrir esta pequeña joya, con vocación de ser pequeña, fue descubrir un tesoro. Y un rincón construido con tanta consciencia como este almacén agrícola no puede permanecer oculto. Dar visibilidad a proyectos de este tipo contribuye por un lado a homenajear a sus promotores y por otro a sembrar la semilla para que otros se sumen.

El proyecto

La crisis de la montaña se inició cuando decidimos vender el huerto para construir un chalet.

A principios del 2019, recién llegada a la comarca del Solonés, conocida como la comarca de las mil masías por sus construcciones tradicionales, de la arquitectura rural, diseminadas entre cultivos, extensiones de bosques y paisajes de montaña, participé en una ruta organizada para conocer pequeños productores y artesanos. Nos acercamos al municipio de Sant Llorenç de Morunys donde se emplaza la sede de Biolord, una cooperativa constituida por 14 productores de manzanas de montaña distribuidos por el pirineo catalán. Biolord nació hace 9 años con la vocación de enriquecer el territorio con una iniciativa autóctona. Josep Pintó, su presidente y uno de los 14 integrantes, comenta: “la crisis de la montaña se inició cuando decidimos vender el huerto para construir un chalet que nadie ocupará”.

«Biolord nace con la voluntad de dar respuesta, desde el sector primario, a generar economía y, a partir de ella, restituir a la tierra la esencia productiva que no debería haber perdido, aumentar la autoestima, defender la personalidad propia y decirle al mundo que en la montaña, todavía somos capaces de acometer objetivos destacables. Es la primera vez en 40 años que se crea una actividad que se sostiene por ella misma, que no depende de subsidios ni subvenciones en el Pirineo». Las palabras de Josep Pintó para definir el proyecto evidencian los pilares donde se sustenta la instalación agrícola.

La necesidad de gestionar el proceso completo de la comercialización de la manzana.

Comercializar manzanas

El emplazamiento de las instalaciones de conservación, manipulación, comercialización y distribución de la manzana de montaña se sitúa en el Valle del Lord, en la finca de manzanos de Cal Monegal y nace, hacia el 2013, como respuesta a la necesidad de gestionar el proceso completo de la comercialización de la manzana.

La cámara agrícola, de características algo diferentes a las convencionales era una pieza imprescindible para la sostenibilidad económica del proyecto y esa sostenibilidad se expande hasta en la elección de sus materiales. No sucede a menudo escuchar un relato que transmite tanta sensibilidad y respeto por el entorno en la construcción de un inmueble y menos cuando se trata de un edificio industrial.

El edificio, de 112,79 m2, consta de planta baja y un piso. Se ubica sobre las ruinas de un edificio antiguo colapsado que pretende ser restituido volumétricamente, transformando su función de pajar en almacén agrícola de conservación en frío.

La planta baja se destina a nevera para la conservación de las manzanas y la planta piso diáfana y abierta al exterior se destina a almacén de las cajas de fruta.

La obra

La construcción se realizó con la ayuda de albañiles y maestros de obra de la zona. El propio Josep Pintó y sus compañeros tomaron muchas decisiones in situ para ajustar sus necesidades a su compromiso medioambiental. La dificultad la tuvo la dirección facultativa para certificar la obra final.

El nuevo edificio se asienta sobre un muro de contención existente de hormigón armado y rodeado de muros de piedra seca. No se pudo respetar el perímetro del edificio original, por cuestión de optimización de espacio.

El antiguo pajar se asentaba sobre la roca madre, una particularidad que la propiedad deseaba respetar para seguir la construcción tradicional de las masías. Como puntualiza Josep, en esta zona hay poca tierra fértil y mucha roca. Todas las masías se ubican estratégicamente en puntos donde la roca madre emerge a la superficie. Son masías que datan del S. XII y han aguantado hasta nuestros días. Su ilusión se vio truncada. Su inexperiencia técnica les imposibilitó presentar una propuesta alternativa a las exigencias de las normativas del momento, por lo que se vieron obligados a realizar unas zapatas corridas de hormigón armado convencionales en todo el perímetro.

Estructura

La estructura existente es mixta de hierro y madera.

De las zapatas se levantan pilares y jácenas de acero laminado tipo HEB e IPE que cubren la altura de 5 m del alto de la nevera. El resto de la estructura es de madera.

Los forjados, a excepción de la solera también construida con hormigón, se ejecutaron con vigas de madera de pino mayoritariamente de la zona. Tal como dicta el proyecto: con el fin de ajustarse al máximo a los criterios de sostenibilidad y para mantener la configuración y aspecto tipológico de las construcciones agrícolas.

“La estructura es de madera local, vivimos en el universo del pino silvestre. Para ello cortamos los árboles en la luna descendiente (no confundir con menguante) de diciembre antes del solsticio de invierno. Es el momento en que la circulación de savia es menor y el efecto sobre la madera es menos traumático y su conservación se potencia al máximo. Despues de la tala dejamos secar la madera entre 5 y 6 años. Cuando estuvo seca le dimos un baño de sales de boro (bórax) con agua caliente. Una vez enfriada, el acristalamiento de la sal hace realmente poco apetecible la madera para la carcoma y otros parásitos. Para realizar debidamente este proceso se construyó previamente una bañera de 5 m de hierro. Para proteger la madera se aplicó un protector ecológico ennegrecido con sales minerales” explica Josep.

El forjado superior de la cámara se resolvió con un doble forjado, separado verticalmente por el ancho de una bala de paja con la que se aisló todo el techo de la nevera.

Se esparció cal viva por encima de la paja como tratamiento antiroedores.

La cubierta

La cubierta es a dos aguas, se resuelve con cerchas de madera, del mismo tipo de pino “rajolet”, (como denominan al pino rojo en la zona) construidas in situ, con pletinas de hierro y tornillos de rosca de “llima”.

Sobre ellas se distribuyen las vigas de madera y un entarimado base para la cubrición con tejas viejas recuperadas.

Fachadas. Interior

Las fachadas no se resolvieron con paja por miedo a futuros problemas dado el desconocimiento general de todos los involucrados.

Hoy, Josep, ya lo percibe de otra forma. En aquel entonces no veían claro la durabilidad de la paja y se decidieron por levantar paredes de ladrillos BTC, bloques de tierra comprimida, de un fabricante local, rejuntados con mortero de cal.

Tanto el interior como el exterior de las fachadas, se revocaron con morteros de cal. Previamente se aisló el interior de la cámara con planchas de corcho de 15 cm.

El interior, además, se impermeabilizó con cera de abeja y un tratamiento antifúngico a base de extractos de lavanda.

Un requisito imprescindible para el buen funcionamiento de la cámara frigorífica era el aislamiento, pero más importante era la transpirabilidad de sus cerramientos para evitar la proliferación de mohos, ya que podrían estropear la cosecha y la conservación de las manzanas en el interior de la cámara.

Instalaciones

La finca dispone de central hidráulica y solar, ambos sistemas se utilizan para alimentar el equipo de frío que refrigera el interior de la nevera que se mantiene de forma constante a 0 ºC.

Las necesidades de frío para la manzana se centran en los meses de septiembre a marzo, por lo que coincide con la temporada de invierno y no se requiere tanto consumo de energía.

El camino, según lo define Josep, fue un poco anárquico y respaldado por Francesc Regàs que no contaba con experiencia en la bioconstrucción.

Levantaron el edificio sin conocimientos previos y con sus propias manos, contaron con la ayuda de textos escritos y también de información digital que iban encontrando, que conseguían según avanzaba la obra. En este tiempo, durante la obra, pidieron consejo a Gabi Barbeta para que les transmitiera la confianza de que toda aquella estructura era viable.

“Acorde a nuestra ideología, pretendimos tener el mínimo impacto ambiental posible y decidimos renunciar al petróleo. Buscamos materiales limpios y locales o cercanos. No somos expertos en bioconstrucción, todo lo que hicimos fue beber de las fuentes que nos parecieron oportunas y que se brindaron a ayudarnos. Es gracias a ellas lo que hoy tenemos construido, y funciona”, concluye Pintó y nosotros se lo agradecemos cada semana consumiendo sus crujientes y frescas manzanas.  

Superficie construida: 
Aprox. 113 m2
Aprox.500 €/m2

Artículo publicado en la revista EcoHabitar Nº76 Invierno 2023


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