EcoHabitar

EL PORTAL DE REFERENCIA EN BIOCONSTRUCCIÓN

Hacia una Permacultura del Ser Humano (2)

Este artículo forma parte de una serie de 4. El primero apareció en el número anterior de la revista (nº 53) y los siguientes aparecerán en los próximos dos números.
Permacultura

Basándose en los 12 principios de la Permacultura, el artículo esboza su aplicación a los ecosistemas humanos, tanto en su dimensión interior como exterior, grupal y social.

4. Aplica la autorregulación y acepta la retroalimentación 

La Teoría de Sistemas o la Ecología de Sistemas ofrecen evidencia de que una “inteligencia” de orden superior, de alguna forma, es la característica fundamental de los sistemas autorganizados. Los ecosistemas se encargan de la supervivencia y salud de sus especies constituyentes, haciendo, por ejemplo, que el pájaro que come frutos esparza las semillas en un envoltorio de fertilizantes, tras pasar intactas pos su tubo digestivo. 

En nuestros ecosistemas interiores, observamos también una forma de “Inteligencia Superior”, que Jung llamó el “Sí mismo”, cuya tarea parece ser la de consolidar la integridad del sistema psíquico y mantener el equilibrio entre los diferentes factores, reuniéndolos en una unidad funcional. El “Sí mismo” es el centro y reúne las partes.

Pero, si bien en la naturaleza existe una tensión inherente entre la autonomía de las partes y los controles del sistema de orden mayor, la sociedad humana, en cambio, se comporta como un quinceañero que quiere tenerlo todo y tenerlo ya, sin escuchar ni asumir para nada las advertencias de dicha “Inteligencia Superior”. Corremos locamente hacia el abismo y seguimos esperando que nuestros “padres” (¿el orden social, la naturaleza, Dios?) vuelen para salvarnos. Sin embargo, vemos que ya se está cumpliendo la profecía de John Lennon, que en su canción “Karma Instantáneo” ya dio a entender que probablemente cosechemos lo que sembramos mucho antes de lo que pensamos.

Respons-habilidad

Somos también como células que crecen y se reproducen sin control, generando un cáncer. En realidad, toda intervención en un nivel determinado de la realidad natural que no tiene en cuenta el bien del sistema mayor es susceptible de generar alguna forma de cáncer. Los ejemplos de “cánceres” provocados por el hombre en la naturaleza son innumerables, y se corresponden extrañamente con la preocupante epidemia de todo tipo de cánceres que desarrollamos en nuestros cuerpos, en nuestras naturalezas internas, especialmente en las sociedades más desarrolladas.

Pero podemos ver nuestra responsabilidad como “respons-habilidad”, es decir como nuestra habilidad para elegir cómo respondemos a las circunstancias que nos rodean y a las otras personas, teniendo siempre en cuenta ese “bien mayor”. 

Ello implica permanecer abierto al feedback y aprender a escucharlo: empezando por el feedback que nos da nuestro cuerpo, nuestro entorno natural y nuestro entorno social, acogerlo sin sentirse amenazado es fundamental para nuestro desarrollo como humanos. Honestidad y claridad son cualidades esenciales en el acto de dar y recibir feedback. El feedback no consiste solo en subrayar lo que no funciona y necesita ser cambiado, sino también en apreciarse mutuamente y apreciar aquello que valoramos en los demás y en el entorno. Haciéndolo de forma cada vez más consciente nos abrimos al cambio y al crecimiento. 

La cultura materialista dominante lleva muchos decenios intentando hacernos creer que la expansión tecnológica y el crecimiento sin límites suponen el más alto desarrollo alcanzado por el Homo sapiens. Si aprendemos a escuchar en profundidad a los sistemas vivos, comprenderemos que son los aspectos autorreguladores de la cultura humana los que representan nuestra mayor prueba de sofisticación evolutiva.

5. Usa y valora los servicios y recursos renovables

Tanto la energía que hace crecer un bosque como la que nos da vida a nosotros viene de fuentes totalmente renovables y, sin embargo, la actividad humana se alimenta hoy en día, en una parte muy importante, de fuentes no renovables, finitas, caras y contaminantes. 

En lenguaje de negocios, los recursos renovables deberían verse como nuestra fuente de ingresos, mientras que los recursos no renovables pueden verse como valores de capital (D. Holmgren) Y, de la misma forma que el gasto del capital para la vida diaria llevaría cualquier negocio a la bancarrota, es evidente que si persistimos en nuestra forma de vida basada mayoritariamente en recursos no renovables nos comportamos como verdaderos parásitos, hasta el punto de conducir al ecosistema formado por la humanidad y el planeta directamente al colapso. 

Dicho de otra forma, las energías renovables son internas, implícitas en el ecosistema, mientras que las energías no renovables constituyen un aporte externo, que deberíamos usar solo puntualmente para poner en marcha el sistema, como usamos el capital para lanzar un negocio. 

Recursos renovables

Desde una óptica psíquica, las energías renovables son aquellas que nos empoderan, que nos vuelven creativos e independientes, ya que son fruto de nuestra resiliencia, de nuestra capacidad de “reciclaje”, crecimiento y transformación. En cambio, las energías no renovables suelen generar en nosotros pasividad, dependencia y adicción. Veremos un ejemplo en nuestro ocio, que podemos basar en el consumo o en la creatividad. También podemos diferenciar energías renovables de las no renovables en nuestra forma de sanarnos. Mientras que la alopatía supone un aporte externo que solo busca la supresión del síntoma, las medicinas complementarias o la homeopatía estimulan la capacidad regeneradora del propio organismo, yendo a la raíz de la enfermedad o desequilibrio. 

Otro ejemplo son nuestros amigos, que son recursos renovables en nuestras vidas. Si valoramos aquello que nos aportan, nuestras amistades pueden incrementar nuestro “capital”, lo que llamamos el capital social, que es la interdependencia que genera confianza.

Unidad de supervivencia evolutiva

Las energías no renovables permiten mantener la ilusión de que los seres humanos estamos separados del entorno, es decir de la naturaleza, mientras que el enfoque sistémico de la permacultura nos muestra que lo que de verdad piensa, la “unidad de supervivencia evolutiva”, la forman el ser humano más el entorno. Al enfocarnos prioritariamente en nuestros recursos y energías renovables, reintegraremos conscientemente al ser humano en el corazón del sistema pensante global. 

En un plano humano, ello equivale a desarrollar una cultura regenerativa que nos obligue a revisitar nuestras fuerzas y talentos y nuestras debilidades, nuestras cicatrices emocionales, nuestros viejos patrones obsoletos, para transformarlos en beneficio de nosotros mismos, de nuestra comunidad y del entorno.

Economía basada en la singularidad

En el ámbito económico, los recursos no renovables han permitido niveles de flujos muy altos y regulares, permitiendo que la economía se volviera más anónima, despersonalizada, mecanizada y estandarizada, y los humanos seamos más consumidores que creadores.  En cambio, la naturaleza errática y limitada de las energías renovables ofrece una valiosa retroalimentación, que nos recuerda que todos los recursos naturales deben ser utilizados con cuidado y respeto. Y ello favorece una economía basada en la singularidad y en la relación, en la interdependencia. Y hace que yo pueda apreciar más un tomate del huerto de mi vecino que uno del supermercado, o una casa construida por alguien que me conoce y la vida que llevo, que una casa prefabricada. 

Las diferencias vienen marcadas por las relaciones únicas entre la persona que da y la que recibe. Cuando la vida está llena de cosas así, hechas con sentimiento, es una vida plena, enriquecedora. Hoy en día vivimos bajo una avalancha de monotonía e impersonalidad, que entumece el alma y abarata la vida. 

Solo si valoramos más nuestra autonomía, nuestra autosuficiencia, nuestra creatividad, nuestra singularidad, así como la calidad de nuestras relaciones, los sistemas de los que formamos parte serán más sostenibles.

6. No producir basura

Podríamos explicar la sostenibilidad como la capacidad de no dejar un impacto negativo en el planeta. Pero por el momento el impacto negativo es de tal calibre que pensar solo en términos de “no impacto” no es suficiente, necesitamos aportar un impacto positivo, hasta que alcancemos un punto de equilibrio entre degeneración y regeneración, punto en el que empezaría la verdadera sostenibilidad.  

De momento lo más urgente es deshacer la ilusión de la separación entre el ser humano y la naturaleza. Todavía hoy, si queremos deshacernos de los subproductos de la vida humana, podemos decidir que el mar Mediterráneo es el lugar adecuado para verterlos, olvidando completamente que el sistema llamado Mar Mediterráneo es una parte de un sistema más amplio que incluye nuestra mente y nuestro espíritu. Y si este mar cae enfermo, la enfermedad será inoculada al sistema más amplio de nuestro pensamiento y nuestra experiencia. 

Y nadie estará exento de sentir ese dolor, de la misma forma que nadie puede existir en aislamiento en un espacio vacío. Es tan natural como la comida y el aire que usamos para crear lo que somos. Es inseparable de la materia, la energía y la información que fluye a través de nosotros y nos sostiene como sistemas abiertos e interconectados. No estamos cerrados al mundo, sino que somos componentes integrales de él, como las células que conforman un cuerpo. Cuando el cuerpo es traumatizado nosotros también sentimos ese trauma. Cuando flaquea y enferma sentimos su dolor, le prestemos atención o no.

Es la destrucción del mundo en nuestras propias vidas lo que nos vuelve medio locos, y más que medios.

Destruir aquello que nos fue dado

en confianza: ¿cómo lo soportaremos?

Wendell Berry

Desperdiciamos mucha energía en forma de emociones

En el plano natural no hace falta extenderse sobre la importancia de reducir la cantidad de basura producida, de aumentar la capacidad de reciclaje y de potenciar la regeneración de los ecosistemas. Sin embargo, en el plano humano y social somos francamente torpes en ese aspecto: producimos mucha “basura”, desperdiciamos recursos energéticos  y desperdiciamos mucho tiempo. Debemos tomar consciencia de cómo los  convertimos en basura, y devolverle un uso que nos llene energéticamente en lugar de vaciarnos. 

Por ejemplo, desperdiciamos mucha energía en forma de emociones que no  sanamos, no transformamos, que no “reciclamos”, simplemente las echamos a nuestro alrededor, a menudo encima de los demás. Cada vez que despreciamos o agredimos a alguien en realidad lo usamos como “cubo de la basura” en el que echamos nuestros “residuos”, generados por años y años de frustraciones, traumas, pérdidas, decepciones. “Reciclar” o convertir nuestros traumas y/o sufrimientos, nuestras actitudes defensivas y/o agresivas en fuentes de aprendizaje, conocimiento o creatividad nos resulta una tarea francamente ardua. 

La comunidad  humana debería ser en realidad el mejor contexto para aprender a “reciclar”: sacar toda la enseñanza sobre nosotros mismos escondida en el fondo de nuestros traumas o de nuestras actitudes defensivas. No hay mejor escuela de reciclaje que  aprender a encontrar coraje en el fondo de nuestros miedos, a ganar autoestima trascendiendo envidias y rivalidades, a superar la soledad estableciendo vínculos y conexiones, a convertir nuestra cólera en fuerza creativa.

Basura emocional

Esa capacidad de sacar la “esencia útil” de una situación o emoción negativa para extraer de ella el aprendizaje oculto y transformarla así en emoción positiva se conoce como resiliencia, y nos permite evitar soltar nuestra “basura emocional” en nuestro entorno.

Esa alquimia que se observa a través de procesos de reciclaje/resiliencia, es igualmente válida en los niveles grupal y social. Todos los grupos y sociedades viven, ocasionalmente, diferencias, divisiones y separaciones. Y necesitamos aprender a no excluir ni despreciar a las voces “discordantes”. Aprendiendo de dichas disensiones, damos un lugar en el corazón de nuestros grupos a todos los que han contribuido a su evolución y desarrollo. Y de esa forma generamos el menor “desperdicio” energético posible. La resiliencia es, pues, una habilidad clave para que todo sistema vivo (persona, grupo, ecosistema) sea sostenible. Y, sin embargo, cuando desarrollamos grupos y organizaciones acostumbramos  a concentrarnos en la productividad y la estabilidad de los mismos, pero prestamos poca atención a su resiliencia. 

*Kevin Lluch, psicólogo, miembro de la Comunidad Los Portales y de la Red Ibérica de Ecoaldeas.


Te puede interesar:
(1) Hacia una Permacultura del Ser Humano
(2)
Hacia una Permacultura del Ser Humano
(3) Hacia una Permacultura del Ser Humano
(4) Hacia una Permacultura del Ser Humano


Artículo aparecido en la revista EcoHabitar nº 54 de verano de 2017. Puedes adquirir un ejemplar aquí.


Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

¿Te gustó este artículo?
¡Apoya a EcoHabitar!


Suscríbete al boletín


 

ANUNCIO
escudos térmicos by Mateu Ortoneda escudos térmicos by Mateu Ortoneda escudos térmicos by Mateu Ortoneda
ANUNCIO

Categorías

Productos de interés

Síguenos

Tu tienda0
Aún no agregaste productos.
Seguir viendo
0