Basándose en los 12 principios de la Permacultura, el artículo esboza su aplicación a los ecosistemas humanos, tanto en su dimensión interior como exterior, grupal y social.
7. Diseña desde los patrones a los detalles
Todo en la naturaleza adquiere su forma a base de patrones entrecruzados que el biólogo Rupert Sheldrake llamó “campos morfogenéticos”. Desde patrones estructurales (olas, redes, ramificaciones, espirales, lóbulos…) a patrones que moldean comportamientos (una manada, estructuras jerarquizadas, familias, patrones cooperativos o competitivos, seres solitarios) y patrones que moldean nuestro espíritu (mitos, arquetipos, metáforas, canciones, proverbios). Los seres humanos podemos vernos como un complejo conjunto de patrones que lo cubren e interconectan todo, de tal forma que la interdependencia es un patrón central en la naturaleza que necesita ser restituido en nuestras sociedades. Al entramado de patrones que nos inspira y nutre a cada uno de nosotros, Jung lo llamó nuestro mito personal. Igualmente, los grupos, organizaciones y/o comunidades tienen su propio “mito fundador”, que moldea su estructura y canaliza su energía hacia la realización de su sueño más alto.
Vemos, pues, que nuestros patrones internos y los patrones externos, los patrones estructurales y los patrones más sutiles y energéticos están íntimamente conectados. Pero necesitamos hacerlos más conscientes, ya que, sino seguimos ciegamente unos patrones que en realidad desearíamos cambiar, y ello nos hace sentir impotentes e infelices. Para escoger libremente los patrones que queremos seguir, primero debemos reconocerlos, aceptarlos, sentirlos, hacerlos lo más conscientes posible, con el fin de ponerlos al servicio de nuestra creatividad, nuestra autorregulación y nuestro empoderamiento.
El sistema incluye nuestras creencias basadas en el miedo y la desconfianza
Dicho de otra forma, debemos “reconocer” que en la medida en que todos los patrones están en nuestro interior, el “sistema” está en nosotros y no podemos extraernos de él: igual que todo sistema vivo contiene un elemento que busca su regeneración y su perpetuidad, cada uno de nosotros somos a la vez el sistema y agentes que buscan su regeneración y transformación. El sistema no está fuera de nosotros, sino que el sistema son nuestras relaciones rotas que necesitan ser sanadas, mi relación conmigo mismo, con la vida, con esta tierra, con los demás, con mi trabajo, con el mundo.
El sistema incluye nuestras creencias basadas en el miedo y la desconfianza, y nuestra ansia de sanar y cambiar. Los dos polos están en nosotros y cuando estamos en el Tao (ese punto en el que los opuestos se encuentran) de golpe adquirimos una influencia transformadora mucho mayor. Así es como está ocurriendo el cambio sistémico. Nosotros somos el sistema, somos tanto el problema como la solución.
Si somos cada vez más conscientes de la impronta de los patrones sobre la realidad y de cómo nuestra consciencia modifica el influjo que tienen en nosotros y en nuestro entorno, los diferentes niveles de la realidad se sincronizan e interconectan con naturalidad: igual que sabemos que al menospreciar a la naturaleza nos estamos despreciando a nosotros mismos, sabremos también que al trabajar la aridez de nuestros campos entramos en contacto con nuestra aridez personal, que al encajar la muerte de un ser querido nos preparamos para nuestra propia muerte, y que al valorar que hay suficiente comida en nuestro plato, apreciaremos que hay suficiente dinero en nuestra cuenta bancaria.
Liderazgos y poder
Un ejemplo de esa correspondencia entre lo de dentro y lo de fuera, entre lo de arriba y lo de abajo, lo podemos observar en un tema apasionante pero sensible y difícil, el de los liderazgos y el poder. El sufrimiento generado por el uso abusivo del poder a lo largo de la historia ha alimentado en muchos de nosotros el sueño de una sociedad sin jefes, sin autoridad. Pero, para avanzar hacia un ejercicio más compartido del poder, necesitamos hacer conscientes los patrones ocultos a los que permanecemos fieles, necesitamos comprender la forma que toma en nuestras vidas el liderazgo y la autoridad.
Si obedecemos inconscientemente a patrones que nos mantienen en el infantilismo o en la irresponsabilidad, permitimos que alguien confunda liderazgo con toma de poder sobre los demás y automáticamente aparecen los abusos.
Si obedecemos a patrones de rebeldía, nos resulta muy difícil aceptar el liderazgo natural que cada uno puede ejercer en las parcelas para las que está naturalmente dotado, y nos enzarzamos en disputas de egos estériles e interminables, que solo persiguen “tener razón”, es decir imponerse a los demás. Paradójicamente, nuestros patrones de rechazo de la autoridad nos mantienen “enredados” en las luchas de poder.
En cambio, si conseguimos reconocer en nosotros los patrones que nos hacen únicos y creativos, si nos sentimos y nos hacemos plenamente responsables de nuestras vidas, asumiremos nuestro propio liderazgo y de forma natural podremos aceptar el liderazgo de los demás, sin sumisión ni abusos de poder.
¿Donde se gesta el líder?
Pero eso no es tarea fácil, ya que implica renunciar definitivamente a toda proyección que responsabilice a instancias exteriores (padres, maestros, jefes, el sistema, etc.) de nuestras dificultades en la vida.
En realidad el líder se gesta en el mundo invisible, en el inconsciente del colectivo, ahí donde se diseñan los roles, donde se forman “los patrones”. El campo energético del grupo elige al líder en la medida en que es la mejor “antena” de las fuerzas en movimiento, y el campo lo empuja a expresarse. Ello permite al líder hacer más visible el sueño más elevado del grupo, así como la conexión entre todo y todos.
En los grupos de escala humana, de escala óptima, cuando el/la líder no puede ejercer sus funciones en un momento dado, otra persona toma el relevo porque el campo del grupo le empuja a intervenir. A menudo pocas personas se dan cuenta de esos cambios de roles, ya que hablamos en términos de habilidades y competencias (liderazgo), no de poder. Y ello me lleva a una de tantas y tan sabias frases del Y-King: “El líder o el jefe está ahí para impedir que alguien pueda tomar el poder”.
8. Integrar más que segregar
Una colmena es un ejemplo clásico de múltiples organismos trabajando juntos. En cambio, nuestra sociedad moderna excesivamente individualista (autista, le podríamos llamar) se empeña en no reconocer el enorme sufrimiento causado por la soledad y los sentimientos de exclusión que ella misma genera. Hemos pasado de las familias extendidas tradicionales con al menos tres generaciones viviendo juntas al individualismo, la separación y la desconexión entre personas, tan dramática de la sociedad moderna del último siglo. Mientras que, si cogemos por ejemplo el libro “El vínculo” de Lynne McTaggart, encontramos numerosos estudios y ejemplos que demuestran hasta qué punto todos nosotros nacimos para pertenecer (relación entre aislamiento y enfermedades del corazón o suicidios, por ejemplo), nacimos para concordar, para sintonizar (estudios que demuestran el carácter contagioso de las emociones), nacimos para dar (relación entre altruismo y longevidad) y nacimos para cooperar.
Zona de vulnerabilidad
Así pues, si todos buscamos más conexión, más comunidad ¿porqué resulta tan difícil reforzar nuestros vínculos, consolidar nuestros grupos? ¿Porqué nos cuesta tanto encontrar la pauta que conecta? Entre otras cosas, porque nos cuesta contactar con la parte nuestra que no cree merecer esa conexión. Y todos tenemos una zona de vulnerabilidad, habitada por la vergüenza, en la que no creemos merecer. Unos la sostienen mejor, otros peor, pero todos la tenemos.
Los que la sostienen son ese tipo de personas que Brené Brown define como personas “todo corazón”: “demuestran coraje (que viene de corazón), compasión, conexión. Tienen el coraje de ser imperfectos. Tienen la compasión de ser primero amables con ellos mismos y después con los demás. Y tienen conexión (en primer lugar consigo mismos), es decir pueden dejar de lado lo que deberían ser para ser simplemente lo que son. Y aceptan la vulnerabilidad, que consiste en dejarse ver para ser sinceros. Creen que lo que les hace vulnerables les hace hermosas y felices”.
Ecosistema interno
Buscaremos también la pauta que conecta e integra nuestro “ecosistema interno”, avanzando hacia eso que Jung llamó la individuación. La individuación es un proceso que nos hace cada vez más únicos, más completos, pero que, en paralelo, nos acerca cada vez más a los demás. Integridad y coherencia personal por un lado y cohesión social por el otro avanzan de la mano. La comunidad empieza en realidad en el interior de cada uno de nosotros: es tan solo una “comunidad” completa de seres interiores la que constituye lo que podemos llamar un ser completo, individuado, es decir una gran persona.
Una ecoaldea me parece el contexto inmejorable para redescubrir lo que significa para los humanos formar parte de la naturaleza, no como un ser superior que la puede explotar a su antojo, sino como un elemento más de los ricos y complejos ecosistemas en los que vivimos. En cambio, incluso las técnicas psicológicas más vanguardistas tienden a ver al ser humano como un ente separado del resto y tienden a abordar sus dificultades como dificultades meramente circunscritas a las esferas racionales y/o emocionales. Afortunadamente el chamanismo nos recuerda que no podemos aislar nuestros problemas psico-espirituales de la naturaleza, empezando obviamente por nuestra propia naturaleza interior, que irradia y se conecta sin solución de continuidad con la naturaleza que nos rodea.
9. Usa soluciones lentas y pequeñas
Los sistemas vivos deberían diseñarse para realizar funciones en la menor escala, que sea práctica y eficiente para dicha función. La escala y la capacidad humanas –y no la económica– deberían ser la medida para una sociedad sostenible, democrática y humana.
Para generar y fortalecer sistemas vivos sostenibles debemos aprender a escuchar y respetar los ritmos naturales, y a intervenir en la escala óptima, ni muy pequeña ni muy grande, ni muy lenta ni muy rápida. Los árboles no crecen en una noche, y no podemos empujar al río para que llegue antes al mar.
Las células tienen su propio tamaño óptimo, por encima del cual no pueden crecer. Cuando el crecimiento ocurre para satisfacer las necesidades del sistema mayor (órgano u organismo) el resultado es la división en dos células de tamaño similar. El diseño celular en la naturaleza sugiere que las funciones pueden llevarse a cabo mejor a la menor escala funcional, y que la replicación y diversificación son los mecanismos de crecimiento para sostener funciones a mayor escala. Aunque el crecimiento excesivo de células individuales generalmente es imposible, el crecimiento excesivo y descontrolado de células por replicación sí ocurre; eso es síntoma de un desorden sistémico a gran escala, que en medicina se conoce como cáncer.
En el plano social, observamos muchos paralelismos con dichos crecimientos excesivos, descontrolados y desconectados: contaminación masiva, monocultivos, ganadería “industrial”, deforestación, grandes pantanos, etc. La lista de “cánceres” que presentan los sistemas vivos de los que formamos parte es escalofriante. Como lo es la lista de cánceres que invaden nuestros cuerpos a edades cada vez más tempranas, a pesar de que se nos intenta convencer de que la sanidad nunca estuvo tan avanzada…
Perdimos la capacidad de seguir los ritmos naturales
Perdimos la escala humana y natural de las cosas y perdimos la capacidad de seguir los ritmos naturales. En su lugar, se impusieron los ritmos y la escala tecnológicos y/o económicos: ¡incluso los partos se planifican según las necesidades del sistema médico! Seguimos criterios de gigantismo, masificación, anonimato, productividad a ultranza, tecnología invasiva, culto a la velocidad… Desprovistos de mesura y de conexión, a menudo consumimos, aceleramos y acumulamos compulsivamente, con el mero fin de colmar nuestro vacío.
¿Cuánto necesitamos comer para compensar el sentimiento de no pertenecer? ¿Cuánta pornografía hace falta para compensar nuestra falta de intimidad? ¿Cuanto dinero puede compensar nuestro profundo sentimiento de inseguridad? Ninguna cantidad es suficiente.
Solo cuidando la calidad de nuestras conexiones, recuperaremos intimidad, pertenencia y seguridad; siguiendo las palabras de Margaret Wheatley: “Cualquiera que sea el problema, la comunidad es la solución”. Y solo disfrutando de cada paso, apreciando el flujo de la vida sin forzarlo ni retenerlo alcanzaremos a vivir el viaje en sí como una creación, como ya nos enseñó nuestro genial poeta: “Caminante no hay camino, se hace camino al andar”.
*Kevin Lluch, psicólogo, miembro de la Comunidad Los Portales y de la Red Ibérica de Ecoaldeas.
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Artículo aparecido en la revista EcoHabitar nº 55 de verano de 2017. Puedes adquirir un ejemplar aquí.