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Huerta y limonada, clásicos renovados

Dicen que versionar buenas canciones viejas sirve para que lleguen a los jóvenes y no se olviden. La onda de recuperar cosas del pasado y de buscar satisfacción en algo hecho por uno mismo nos invita a volver a cultivar flores y verduras en cajas recicladas o en el jardín y a asomarnos desde la ciudad al paisaje del mundo rural.

Hablar de los problemas de la agricultura y su importancia para que los pueblos y su historia sigan vivos, sería salirnos del tema, aunque no está de más el recordar las dificultades, sobre todo de las pequeñas explotaciones, para mantenerse a flote y combinar economía y ecología. Los inmuebles pierden valor pero el terreno agrícola se vuelve caro pasando a grandes manos y las pequeñas ciudades en el campo sin subvencionespierden población, servicios, gremios y vida propia.

Parcelas de jardines y huertas de una asociación en Alemania
Cerezos en las aceras

La huerta está de moda. Huertas siempre ha habido y también urbanitas que presumen de perejil y guindillas del balcón. Quizás lo que está cambiado es la manera de percibir la alimentación y su importancia económica, ecológica, social y a preguntarnos por el origen de los alimentos, su comercialización, el transporte, el reparto, la elaboración, la influencia en la salud.

En numerosos proyectos colaboran arquitectura, urbanismo y mundo vegetal para mejorar la calidad de vida creando espacios de encuentro, zonas de juego o huertas en patios interiores, plazas, fachadas, azoteas. Son iniciativas públicas, de vecinos, o de empresas para mejorar los edificios o unas simples cajas puestas para que el que quiera plante algo en las esquinas, por ejemplo de París. La ciudad espera ganar 100 hectáreas para el año 2020, gracias al plan para „ vegetalizar“ tejados y fachadas de los cuales un tercio serán comestibles, así como aprovechar parte de la superficie de los parques. Actualmente la cosecha de los proyectos pioneros se destina a comedores locales u obras sociales. Además se gana superficie útil. Por su gran variedad de flores las abejas de la torre de Montparnasse o de la Opera Garnier hacen miel de mejor calidad que las de colmenas junto a grandes monocultivos tratados con más productos químicos.

Huerta en una escuela del norte de Alemania

Se vuelven a descubrir las viñas urbanas de Montmartre o Belleville. En las rotondas galas conviven flores con cardos, acelgas rojas, alcachofas, lombardas.

Según expertos los árboles frutales sufren menos ataques por vandalismo ya que aún se tiene un cierto respeto a lo que nos da de comer.

La moda, el turismo, la gastronomía, la agricultura son pilares importantes de la economía francesa que van engranando unos en otros. Aumenta el número de estudiantes agrónomos dispuestos a trabajar ecológicamente comercializando la cosecha de otra manera y a ampliar sus actividades con el ecoturismo, la producción de energía o la agricultura urbana. Preservar los cultivos será tema importante, hoy higos y cerezas se han vueltos muy caros en la gran ciudad.

Cocineros con estrellas recolectan en sus azoteas parisinas ingredientes para sus creaciones combinando sabores de antaño y mezclas audaces. Tomillo, lavanda, fresas, parras, tomatitos forman un decorado comestible en bistros populares y en tiendas-bares vanguardistas donde se combina artesanía, productos regionales y restauración. Cada vez hay más restaurantes „Locavore“, término acuñado en 1972 en San Francisco para denominar la corriente de consumir alimentos de proximidad.

Tras unos años en París volvemos a nuestra casa en un fiordo del norte. Me doy cuenta que tenemos cerezos en las aceras. Han crecido a la vez que los niños y recuerdo que entonces me extrañó que los plantaran entre los coches. Otra costumbre muy del norte es el preferir las zarzamoras y escarabujos a las tapias y el que haya huerta en el patio de las escuelas. Hoy está de moda. Las semillas autóctonas son un regalo muy apreciado y el parque del pueblo se mantiene impecable gracias a la colaboración de los vecinos. Resurge el interés por las asociaciones que alquilan parcelas próximas a las ciudades y las familias jóvenes se apuntan a las listas de espera. La más antigua de Alemania en Kappeln ha cumplido 200 años. Los aficionados de aquí y allí se escapan a las huertas para desconectar, hacer ejercicio y vida social mientras se intercambian plantas y trucos.

Cajas para plantar entre todos en París, respetando las plantas

En la carta de los bares aumentan los platos vegan, panes, cervezas, refrescos, postres y helados artesanales preparados cada vez más con ingredientes biológicos y regionales que se sirven en vajillas desparejadas, esmaltadas o en tablas, todo ello en un ambiente de manufactura que combina con imaginación y color piezas de recuperación, maderas sin tratar y paredes descubiertas. Además tienen gran aceptación las limonadas y los tes fríos caseros por ser naturales y ahorrar transporte.

Se recopilan ideas y se reinventan maneras de trabajar con la naturaleza. Antes había bares de barrio con huerta familiar, geranios en latas y agua de limón de la abuela con hierbabuena del tiesto. Lo normal eran alimentos de temporada de la zona y se aprovechaba todo. Se puede hacer pesto con hojas de zanahoria, nos dijo un gran cocinero francés. El rodearnos de plantas sanas, valorar alimentos, apreciar lo hecho a mano, ser consumidores responsables, son clásicos renovados.

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