Editorial
Bioconstrucción es construir para la vida, respetando el entorno, de forma saludable, con principios, ética y moral. Algo de lo que parece que algunos no se han enterado o no quieren enterarse1.
Asistimos a una constante intromisión por parte de empresas, instituciones, políticos y medios de comunicación, que utilizan el término bioconstrucción con dudosas intenciones, menoscabando así el trabajo de profesionales responsables que trabajan, día a día, por una construcción respetuosa.
Se trata de un lavado verde, una banalidad, un engaño y una ignorancia que algunos sectores hacen en torno al mundo de la bioconstrucción, la cual intenta delimitar claramente un modelo de edificación dentro de unos parámetros, no solo de salubridad, eficiencia energética y balance ecológico, sino también de responsabilidad medioambiental y ética; y que la gran industria, amoral e inconsciente, pretende acaparar y confundir para, en definitiva, conseguir más dividendos, que al fín y al cabo es su objetivo, caiga quien caiga.
Y tenemos ejemplos claros, como el “Año de la bioconstrucción” organizado desde el Colegio Oficial de Aparejadores y Arquitectos Técnicos e Ingenieros de Edificación de Madrid, que permite el patrocinio de corporaciones de dudoso compromiso medioambiental como Basf y Ursa, empresa, esta última, que va de la mano de Uralita, una compañía multinacional española, con presencia en 20 países de toda Europa, que hasta hace bien poco fabricaba productos con amianto, un material por todos conocidos y por el que 400.000 europeos morirán hasta 20352. Una auténtica falta de concienciación y de responsabilidad social y medioambiental por parte del Colegio que pierde, así, una buena oportunidad de aportar algo positivo hacia una arquitectura respetuosa. De echo algunas instituciones han elaborado una carta conjunta que ha sido enviada al presidente del Colegio (ver aquí).
Incomprensible nos parece también la actitud de portales de supuesta ecología como “ecoticias”, el cual confunde, no sé si deliberadamente, el término bioconstrucción con el de construcción sostenible. Lo peor de todo, en este caso, es la soberbia que les ha impedido escuchar nuestros argumentos en los que defendíamos un concepto, que no por carecer de un método de certificación debe ser menoscabado.
La bioconstrucción no es un cajón de sastre donde todo cabe. Muchos profesionales llevan años trabajando para que no sea así, delimitando el sector, autocontrolándose, utilizando productos inocuos.
La conclusión de todo esto es que, tanto para la Colegio como para el portal, “bioconstrucción” es solo una palabra que puede comunicar y vender sus propuestas al margen de los que realmente significa, mientras que para otros es mucho más: es una forma de entender la edificación desde el más absoluto respeto al medio ambiente y desde la ética. Todo es cuestión de donde te pongas el listón. Porque el mundo de la bioconstrucción está constantemente atento a ofrecer productos saludables y eficientes.
Este es el caso de la polémica sobre el uso de las sales bóricas para ignifugar los aislamientos de celulosa, declaradas como disruptor endocrino3 y puestas en las listas negras de ISTAS (CCOO).
Al parecer, y todo lo indica, ha sido una ofensiva contra los aislamientos ecológicos por parte de la industria de los aislamientos convencionales. Pero el daño ya está hecho y los fabricantes de celulosa comienzan a retirarla y a sustituirla por otros productos.
1.- Ver el decálogo de bioconstrucción, un documento consensuado por el sector: http://old.ecohabitar.org/criterios-de-bioconstruccion/
2.- www.elmundo.es/cronica/2002/338/1018348375.html
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