La tapia es un sistema constructivo de tierra muy extendido en la península, es un gran material de construcción que tiene múltiples ventajas: higroscopicidad, inercia térmica, facilidad de manipulación, proximidad…
Solo tiene un enemigo: el agua. Para combatirlo es importante diseñar un sistema y detalles constructivos que la eviten; por ejemplo, para evitar la capilaridad son necesarias unas buenas botas: como un zócalo de piedra. También se debe evitar la existencia de filtraciones, se consigue desde la cubierta con un buen alero y, con detalles de encuentros de carpinterías u otros elementos que no generen juntas o rendijas que faciliten entradas de agua. Si la tapia se moja superficialmente no pasa nada, siempre y cuando el sistema constructivo permita que pueda secarse y evaporar esa humedad que ha absorbido. Si se quieren mejorar las prestaciones de la tapia frente a la humedad, se le puede añadir cal a la masa para aumentar su resistencia al agua.
Para proteger la parte superficial, se pueden aplicar varias capas de silicato potásico diluido en agua. Este acabado sigue permitiendo la transpirabilidad de la fachada (importante para que se pueda secar si lo necesita) y aumenta la dureza de su superficie. Atención porque no son recomendables los productos hidrofugantes o que contengan resinas, ya que limitan la transpirabilidad, lo que puede generar problemas a medio o largo plazo. El silicato potásico es muy fácil de aplicar, por ejemplo, con una sulfatadora, sobre la superficie húmeda de la tapia húmeda, en una dilución 1:5 (1 parte silicato puro + 5 partes agua).
EcoHabitar nº 58. Foto: Xavier d’Arquer