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Sin feedback no hay modulación

Cuando el tsunami de 2006 muchos medios de comunicación hicieron hincapié en que ni un solo nativo de las Islas Andaman había resultado herido.

Y solían acompañar ese dato con observaciones sobre cómo los elefantes o las hormigas presienten los terremotos. Se trataba, claro está, de animalizar a los nativos. Pero no, no fue el instinto lo que los salvó. Fue la cultura. Los cuentos y las canciones que se transmiten entre generaciones desde hace miles de años y que avisan que cuando el mar se va de la playa hay que echar a correr. Una cultura humana, útil, rica y adaptada al entorno. 

Con el Amazonas suele pasar otro tanto. Los indígenas de allí no aparecieron porque sí, en medio de la selva, como si fueran una tribu de bonobos. Son descendientes de los hombres y mujeres que cruzaron el Estrecho de Bering hace 15000 años. Un grupo pequeño que en pocos milenios ya habían ocupado todo el continente. Unos se quedaron en las planícies de Norteamérica, otros prefirieron los Andes, otros optaron por instalarse en el Amazonas. Y la selva no es “virgen”. Es un espacio que ha sido modificado por el ser humano y dónde han tenido lugar innovaciones culturales y artísticas y mucha experimentación social. Han tenido caudillos y los han depuesto, han probado con el patriarcado y con el matriarcado, la poligamia y la poliandria. Han tenido largos debates de ética cuando se han visto obligados a posicionarse frente a la violencia de los individuos o de los colectivos (¿ejecutamos al asesino, lo expulsamos o lo ponemos a cavar letrinas?), sobre cómo criar a los pequeños o qué priorizar cuando llega un período de escasez. Y no ha habido una sola respuesta, ha habido muchas. Unos grupos se han sentido más cómodos con una postura y otros con otra. Y han ido cambiando con el tiempo. Una tribu es hoy más guerrera, otra más pacífica, una es más emprendedora, otra más conservadora, unos son vegetarianos, otros no. No hay un mejor ni un peor, la diversidad es lo más humano.

La dicotomía entre seguridad y libertad no tiene una respuesta única. Y cada grupo humano en cada momento debería ser libre para poder poner el listón en dónde le apeteciera (50/50, 60/40, 40/60…) Igualmente con todo lo demás: el modelo económico (empresas grandes que “dan” trabajo o empresas familiares), si monarquía o si república, un mayor o un menor peso del aparato administrativo, más o menos empresa pública, el papel de la religión en la política, la postura respecto a la inmigración, el peso del ejército en el presupuesto, etc, etc. A eso se llama democracia y ese es el “derecho a decidir”. 

Intentar imponer un modelo a un pueblo que no lo ha elegido y no lo quiere, por muy sostenido que esté por argumentos súper sesudos nacidos de una auto-otorgada superioridad moral o un patriotismo rancio o por la simple y tosca fuerza represora de un ejército, unos jueces ultramontanos o una policía embrutecida, es un error. Eso le vale igual a la Rusia de Putin, al Perú de Boluarte, la Nicaragua de Ortega o la España del Deep State. Y es un error porque socava la democracia, denosta la justicia y crea una cultura de violencia donde el más salvaje es el que triunfa. El coste económico para la sociedad es inmenso, en lugar de a médicos se paga a policías infiltrados, en lugar de equipos para luchar contra incendios se compran Pegasus. La precariedad de los servicios públicos, sea un mal mantenimiento de carreteras, sea listas de espera en sanidad o una educación deficiente, causa muertes y miseria. Una sociedad menos plural y menos diversa es menos resiliente, más vulnerable y más pobre.

La diversidad es nuestra mayor riqueza y nuestra mayor fuerza. En los colectivos alternativos siempre hay un tipo que tiene especial sensibilidad por el bienestar animal, otro por los refugiados, otro por la privacidad en internet, otro por el derecho a la vivienda, o el mundo rural vivo, la agroecología, el feminismo, las lenguas minorizadas, la diversidad sexual, la situación en las cárceles o los abuelos en las residencias. 

Nadie tiene el corazón tan grande como para abarcar todo eso. Nos necesitamos a todos. Y nos necesitamos ya. 

En teoría de sistemas la adaptación al medio se considera como un proceso, como algo dinámico: el entorno cambia un poquitín y a través de feedback el sistema se entera y modula un poquitín su interacción con el medio y se mantiene relevante y vivo. Sin feedback no hay modulación y en poco tiempo el sistema se desacopla del medio y colapsa. Para no escuchar al pueblo, el reino de España gastó el mes de noviembre pasado dos millones de euros en 25.539 porras de acero. Buena suerte con eso.

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