Eso, obviando que algunos de los grandes imperios como el Azteca, el Inca, el Khmer o el Aksum se desarrollaron en los trópicos. Es lo que llamaban la «hipótesis geográfica» y es falaz.
La «hipótesis cultural» decía que hay culturas de natural holgazanas y otras más hacendosas. Es aquello de la «ética protestante» y la superioridad de las culturas europeas. Pero hay países prósperos como Japón o Singapur que no tienen nada que ver ni con el protestantismo ni con Europa y otros de cultura europea que son pobres (como Moldavia, por decir uno).
La «hipótesis de la Ignorancia» decía que la pobreza surge porque «no saben hacerlo mejor», y que con un buen asesoramiento del FMI o la Troika les iban a arreglar el país en un pis-pas. Eso no es sólo paternalista, también es falaz. Los gobernantes que persisten en políticas que empobrecen al pueblo no lo hacen por ignorancia, sino porque les conviene y pueden hacerlo.
La hipótesis de Jared Diamond es que ciertas partes del mundo estaban mejor dotadas de plantas y animales domesticables y eso les dio ventaja. Pero eso no explica desigualdades evidentes entre países de la misma zona.
¿Por qué fracasan los países?
Al final, en el imprescindible libro de Acemoglu y Robinson «Por qué fracasan los países» reducen la pregunta a: ¿por qué Corea del Sur es rica y Corea del Norte es pobre?, comparten clima, cultura, geografía, enfermedades, ética del trabajo.
Su conclusión es clara: por la política. Por el conjunto de las instituciones políticas y económicas, su naturaleza y cómo se conforman, los límites a su poder y los controles y contrapesos que las sociedades han establecido para asegurarse que responden a las necesidades de las sociedades que las mantienen.
Simplificando, hablan de sociedades inclusivas y sociedades extractivas.
Sociedades inclusivas sociedades extractivas
La inclusivas son aquellas en que el poder político está muy repartido y tiene límites claros. El poder judicial es independiente e imparcial y también tiene límites y rendición de cuentas.
Los medios de comunicación son independientes y fiscalizan y denuncian los abusos del poder.
Las leyes evolucionan con la sociedad (ya no se persigue el adulterio, en cambio se persigue el «phishing»).
El Estado garantiza servicios públicos (carreteras, agua corriente, servicios sociales, sanidad) y la propiedad privada e intelectual. El ciudadano vive sin miedo al robo ni a la expropiación ni a la absorción de sus ganancias a través de impuestos desproporcionados y puede beneficiarse de sus ideas e innovaciones y conseguir el grado de prosperidad que su talento, su ingenio, su nivel académico y su ambición le permitan.
Las extractivas son aquellas articuladas en torno a una élite que se dedica a extraer riqueza del país para su propio beneficio. Y lo de «extraer» es literal. La riqueza sale de la economía del país y se va a paraísos fiscales. El país se empobrece día a día.
Un modelo inclusivo
Puertas giratorias, corrupción, policía militarizada, una justicia dura con el débil e indulgente con el poderoso, medios de comunicación serviles, bancos que prestan sólo a los que ya son ricos, que explotan su acceso al crédito para controlar sectores de la economía, oligopolios construidos sobre privatizaciones de lo público… Vaya, no sé porqué me parece que no hace falta insistir mucho en la descripción.
Según Acemoglu y Robinson, los estados que han conseguido prosperidad con un modelo inclusivo son aquellos en que a través de una revolución, más o menos sangrienta, los ciudadanos han conseguido tumbar a sus élites y establecer un sistema de controles, contrapoderes y rendición de cuentas más justo. El poder no se cede desde arriba, se toma desde abajo.
Ya nos empezábamos a quedar con la idea de que la pobreza y el eventual colapso de una sociedad no es algo vaticinado en ningún calendario maya del año de la tos, sino que se anuncia con una subida del precio del dinero. Y no empieza con un meteorito, sino con una larga, larga cola un lunes por la mañana frente a un banco.
Ahora, además, Acemoglu y Robinson nos dicen que el colapso de un país (el caso de Líbano, por si a alguien le interesa, es de manual) es responsabilidad de sus ciudadanos. De lo huevones que sean y las tragaderas que tengan, y de que se dejen robar mientras miran series y juegan a la play.
Que bueno que no les hacemos caso y seguimos creyendo que en el Palco del Bernabéu se juntan los próceres de la patria a hablar de fútbol.
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Artículo aparecido en el Nº 71 de otoño 2022 de la revista EcoHabitar. Puedes adquirir la revista en papel aquí.